pcgol/El Barcelona trituró al Inter de Milán en una primera parte de ensueño en la que los goles de Piqué y Pedro borraron las incertidumbres en 20 minutos. El campeón, con Ibrahimovic y Messi en el banquillo, dio un paso adelante poderoso y condenó a Eto'o a la invisibilidad en su regreso al Camp Nou.
Los temores se disolvieron con los goles, porque el Barcelona no cambió su forma de moverse, aunque lo hicieran algunos jugadores que no son candidatos al balón de oro, como Pedro, Keita, Abidal o Busquets.
Ni se desdijo Pep ni lo hizo José Mourinho. Cada uno actuó con los atributos que le son propios y ganó el fútbol primoroso de un Barcelona empujado por los goles. La fuerza del impulso es directamente proporcional a la rapidez con la que se perfora el marco contrario.
Tras los primeros rondos bajo el mando omnipresente de Xavi (y sus giro-pases a medida), Piqué aprovechó su corpachón y musculatura para resistir al placaje de Motta en el pico del área pequeña y empujar la pelota inalcanzable para Julio cesar a los nueve minutos y cuarenta segundos.
No es normal que al Barcelona le funcione la estrategia en el lanzamiento de un saque de esquina y menos ante un rival que presume de la máxima competencia defensiva. Un mito, la defensa del Inter es puro teatro. Armarios aparentes a la izquierda de Maicon, el bueno.
Lo que por habitual no cansa es la forma en que se fabrican goles como el de Pedro, culminación de una jugada a todo campo, iniciada por Iniesta -en teórico volante derecho, libre entre líneas y letal donde se ponga-, ordenada por Xavi con un cambio de orientación a la carrera de Alves, centrador preciso a la espalda de Maicon, donde llegó el tinerfeño para regar su cosecha goleadora en una irrupción inesperada.
Julio Cesar evitó a partir de ahí al menos dos goles cantados por las abarrotadas tribunas (90.000), uno de Xavi y un trallazo de Alves a balón parado. Y su equipo, el Inter de Mourinho, siguió sin dar señales de existencia, salvo en lo referente al juego sucio.
Mísero Inter, una vez más, en el contraste con el equipo más lujoso del planeta que el sábado afrontaba una semana casi condenatoria, según su propio y temeroso 'entorno', y el miércoles madruga optimista y repleto de ilusión y vitaminas para seguir su rumbo, que apunta ahora al Real Madrid. Con Ibrahimovic y, quizá, con Messi.
Los temores se disolvieron con los goles, porque el Barcelona no cambió su forma de moverse, aunque lo hicieran algunos jugadores que no son candidatos al balón de oro, como Pedro, Keita, Abidal o Busquets.
Ni se desdijo Pep ni lo hizo José Mourinho. Cada uno actuó con los atributos que le son propios y ganó el fútbol primoroso de un Barcelona empujado por los goles. La fuerza del impulso es directamente proporcional a la rapidez con la que se perfora el marco contrario.
Tras los primeros rondos bajo el mando omnipresente de Xavi (y sus giro-pases a medida), Piqué aprovechó su corpachón y musculatura para resistir al placaje de Motta en el pico del área pequeña y empujar la pelota inalcanzable para Julio cesar a los nueve minutos y cuarenta segundos.
No es normal que al Barcelona le funcione la estrategia en el lanzamiento de un saque de esquina y menos ante un rival que presume de la máxima competencia defensiva. Un mito, la defensa del Inter es puro teatro. Armarios aparentes a la izquierda de Maicon, el bueno.
Lo que por habitual no cansa es la forma en que se fabrican goles como el de Pedro, culminación de una jugada a todo campo, iniciada por Iniesta -en teórico volante derecho, libre entre líneas y letal donde se ponga-, ordenada por Xavi con un cambio de orientación a la carrera de Alves, centrador preciso a la espalda de Maicon, donde llegó el tinerfeño para regar su cosecha goleadora en una irrupción inesperada.
Julio Cesar evitó a partir de ahí al menos dos goles cantados por las abarrotadas tribunas (90.000), uno de Xavi y un trallazo de Alves a balón parado. Y su equipo, el Inter de Mourinho, siguió sin dar señales de existencia, salvo en lo referente al juego sucio.
Mísero Inter, una vez más, en el contraste con el equipo más lujoso del planeta que el sábado afrontaba una semana casi condenatoria, según su propio y temeroso 'entorno', y el miércoles madruga optimista y repleto de ilusión y vitaminas para seguir su rumbo, que apunta ahora al Real Madrid. Con Ibrahimovic y, quizá, con Messi.